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In memorian de Manuel Bermúdez Andrade

  Ay, Manuel, ¿quién tuvo tan poca piedad para quitarte la vida? ¿Qué manos arrastraron tu cuerpo hasta las aguas del río Medellín, para que fueras borrado por el olvido? ¿Fueron las tuyas? ¿Tú mismo decidiste colgarte en un árbol a las orillas de un río? ¿Qué tristezas te afligían, cuando lo único que sabías hacer era reírtele a la vida? Ahora que me entero de tu muerte, que los rumores de un supuesto crimen se comienzan a aclarar, te recuerdo sonriente, con un vaso de café en la mano, diciendo que en el año 2008 ganaste un premio de la Revista Semana , por los artículos que publicabas en tu blog La ciudad diversa. Nos hiciste convencer, de que el qué dirán no vale un carajo, porque si valiera, hubieras sido millonario. A ti eso no te importaba; lo puede decir tu mamá en su tumba, cuando te vio correteando con sus tacones por toda la casa. Muy pronto descubriste que te gustaban los hombres. Creciste rodeado de camándulas, obligado a ir a misas, un ambiente de solapados, donde muchos t

El olvido es el único destino

  Los personajes que habitamos los cuentos caminamos desprevenidos por las calles. Tengo amigos que han inspirado a Borges, como Baltasar Espinosa. Un día me llamó desde Buenos Aires para contarme la historia. Estaba sentado en un autobús, contemplando las grandes praderas que se extendían en el horizonte, de camino a La Pampa. Borges no hacía más que leer, hasta que de repente se quedó quieto y comenzó a mirarlo. Baltasar no sabía quién era ese señor que lo observaba con dificultad, arrugando el entrecejo. A pesar de que le gustaban los libros, nunca se interesaba por conocer los rasgos de sus escritores, ni tampoco saber sobre sus vidas, porque aquello era defraudarse. Durante las diez horas del viaje, Borges no se presentó como escritor, dijo que era un profesor de primaria de una escuela rural. Baltasar, como estaba tan cansado por no dormir bien en la última noche, cayó rendido en el sueño. Su mujer le había contado que durante sus sueños desvariaba. Borges oyó de sus labios: el e